Llegan navidades y con ella el tiempo libre, aunque tenga que esforzarme un poco el buscarlo. Llegan los reencuentros con viejos amigos y familiares a los que no olvidas. Llegan los turrones a casa por navidad pero también las cervezas vespertinas y los pitis nocturnos. Sin perder la esencia del estudiante de arquitectura te dejas llevar por momentos que quizás solo encuentras en navidad. Uno de esos momentos se lo dedicas a ampliar tu pequeña cultura, ya sea investigando sobre arquitectura, arte, filosofía o subiéndote a un barco de debates políticos, tan intensos y vacíos a la vez, como los de laSextaNoche. Intentas entender algo de la vida, escuchas a filósofos, políticos y a la gente que te rodea como tus amigos o tu familia, pero no llegas a un acuerdo para resolver esas dudas mentales que te martirizarán hasta verte convertido en cenizas. A veces buscas entender, y otras veces buscas extraerte un poco de todo y ver una peli sin intención de entender nada.
El caso es que, en ocasiones, en estas últimas acabas aprendiendo más, en los momentos que no buscas encontrarle ningún sentido a nada, cuando algo te pilla desprevenido y te impacta/sorprende es cuando más se te queda marcado.
Todo empezó con la recomendación de una amiga. Hacia rutas salvajes me dijo que viera, pensando en que iba a ver una película de dos horas y veinte minutos de alguien parecido al último superviviente, y bueno, tampoco me fui mucho, de supervivencia consistía la cosa, pero detrás de la supervivencia había mucho más. Os hablaré de la peli:
(La película narra la historia de Chistopher McCandless, un joven norteamericano que en 1990, tras terminar sus estudios universitarios en Emory University en Atlanta, Georgia, decidió alejarse de la sociedad debido al conjunto de prácticas y costumbres que conllevaba el estilo de vida en el que se crió. Los problemas familiares que llevaron a la ruptura de lazos afectivos hacia sus padres y su gusto por la lectura naturalista y existencialista lo llevaron a tomar la decisión de convertirse en un trotamundos. Tras atravesar California, Oregón, Dakota del Sur, entre otros tantos lugares, en un viaje que duró algo más de dos años, sintió el impulso de vivir solo en contacto con la naturaleza, por lo que se fue a Alaska. Allí, encontró un viejo autobús abandonado, el «autobús mágico», que le sirvió de refugio. Con un rifle de caza y libros sobre plantas silvestres comestibles, vivió durante semanas. Había refugios y rutas hacia vías transitadas a pocos kilómetros. Pero la crecida de un río le impide emprender el regreso y lo lleva a la decisión de quedarse en el autobús viviendo y buscar la forma cómo sobrevivir ante el paisaje que poco a poco se va convirtiendo en hostil…)
Chistopher McCandless, o mejor dicho, Alexander Supertramp; así se hacía llamar cuando se liberó de las ataduras de la sociedad; decidió emprender un viaje espiritual para encontrar la paz interior siguiendo sus ideales y sin importarle la opinión de aquellos que viven en un mundo contaminado por las leyes las fastidiosas obligaciones y las «evoluciones». Un chico que lucho por conseguir lo que el consideraba la felicidad, arriesgó a perder su vida, su identidad y apostó por aquello en lo que el confiaba. Considero que para ello hace falta una mochila que rebose de personalidad. Personalidad es lo que nos hace falta a todos para emprender cada uno nuestro viaje individual y enfrentarte a todo aquello que cada uno criticamos o tememos en todo momento. No me refiero a que tengamos que ir a Alaska precisamente, pero seguro que Supertamp te diría que hay que luchar por aquello que persigues, y si lo que persigues no esta en tu mundo invéntate un mundo partiendo de cero recogiendo todos aquellos buenos retales que este te deja. No se si Alexander cumplió su objetivo, creo que su principal objetivo fue buscar la felicidad, y casi al final de su camino, cuando se encontraba en su autobús mágico, descubrió que la felicidad no se obtiene solo remontándose a las experiencias de un primate, sino también y quizás más importante esta, la felicidad solo es real cuando se comparte. Quizás la gente que pensamos como Supertramp deberíamos acabar viviendo todos en Africa, colonizandola pero esta vez de felicidad, de buenas acciones y de buen convivir, compartiendo sensaciones y disfrutando del ser humano y de la naturaleza como cualquier otro animal de este mundo haría. Tal vez deberíamos aprender un poco mas de los animales, y de Alexander Supertramp.
P.D: No sabia porque mi compañero se puso como nombre yonosoyalexandersupertramp, caí al empezar la película y tengo que decir que si este nombre lo escogió porque encaja con su personalidad estaría encantando de perderme con él en el limbo. Sin duda alguna le dedico a él y a todos aquellos que quieran superar sus retos y hacer de este mundo un lugar mejor.